Flor ardiente
Plantada en la tumba etérea
Volteas para abrirme las puertas
Y ver detrás de tu cabaña.
Lamento de otoño
El jardinero no tiene edad, no memoria
Mira al frente la pared polvorienta
Aterrizando en el Fuego.
Hermana, mía
El rocío se desliza en el brazo del cielo
Anhelando las trompas del ángel
Tiernamente.
El pastor decaerá encima de ti su torrente
Descontrolados en excesivos desgarramientos
Infrenables, intravenosos como jeringas en
Rumbo a la Vía eterna. No me detendré en
Cuanto respires y princesa sufrirás la incrustación
Aguantando para crecer agotando, bebiendo
De Él. Seremos unos bendíta
Y solamente sabemos el secreto
Se acaba el mundo resquebrajando flor cándida tu cadáver.
PIERO RAMOS RASMÚSSEN
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