Persigo las balas de cemento tísico transtornando tu rostro
Teatralizo renglones para no demostrarte cadenas
Retomo el camino corto
En un vaso desertivo
Sumergiéndose la
Mar Adentro;
Mantengo la ilucidez de un falo intrínseco
Y si me excedo de faunípelo es solamente
Una selva calata que me irrita al polo;
Intravenoso traficante,
Las guerras combatidas en la Tierra Colorada
Doncellas donantes,
Brazos etéreos levitando, antros que arden
en silencio. Amarrada en la cama
Resistes ínfimas puñaladas,
Cabalgando te crucifico.
Algún mes vendrás a verme y me abrases para trasgredir el freezer vegetativo
de tus palacios,
Deseaste contemplarme aspirar todo erguido bifurcándote sonidos
al oído, sin tu vestido,
Un blanco castillo te inunda de mi mala suerte aquella vía de estrellas como galaxias nítidas,
Mis fósas exhumándose en ti, potros sementales, gotas cálidas sobre un pubis indigente,
La morte vendrá contigo
Y le expenderé de una patada
Con un ex ten so místico látigo
Y un fusilamiento en sus pliegues.
Cabeza de leona apoderándose del mástil empozádo en arenas movedizas de almohadas rosas,
Gargantas empolvadas y secas, restrenos de flashes, un roble enlodando tu labia seminosa.
Joven víctima del inframundo exterior te desnucaré como diablos y sirenas en el techo de mi casa
se desnucan, me contemplan y disparan.
Garúa incolora difuminando un pálido rostro de mujer
¿Adonde acabarse sin servirme de mis neófitas carreteras?
Pequeña muerte resbalándote y te pones ciega,
Me acuerdo...
Rayo de sol alumbrando tu descarada isla desierta como una manchada ave impía.
María, píes, colorina santa de piel tierna y frescamente celestial
Aterrizan cuervos que pican tus ojos, los cóndores tradicionales,
Serpientes como zorras salvajes.
El Ángel espera su turno de incinirar tu brutalidad de ninfa en su dramaturgia del acto amatorio,
Excesivamente endurecido como un verdugo de amantes de barro,
Empuña tus rezos para retornarte
Aborrezco tus cánticos...
Desembocando en ti incontables animalitos
Holgadamente.