martes, 15 de noviembre de 2011

El salto



Somos la arena que raspa la llaga
vinimos de abajo como ranas
que saltan en hojas podridas,
mi yo es oscuro, latido de sangre
huye, rechaza el sonido de mis pasos
acercándose letalmente hacia tu sueño
la sombra amarga buscando
el campo abierto
el faro sin luz enmudecido.

Nos conoceremos en la intimidad
sentirás mi aroma desde la puerta
por sangre desearás
mi saco, mis canas
mi lluvia negra que cala
mi verso, mi tino
mas no lucirás este signo
tatuado en la espalda
que desgracia que refriega
que distingue,
me contemplarás formal, parado
con las manos recias
en donde estés
caminaré tierno y anciano, nuevo de ti
con ese rastro que me inhibe hasta tu amor.

Doy una vida para que no se repita la historia
y los dioses truenen sobre mí y la tierra
se estremezca bajo mío, en el corte de la luna
marché, vivo enjaulado, en otra tierra
no sabes de mí, lo que soy
mis noches son laberintos de fuego
me abato entre cadáveres, marco mi piel
me resquebrajo en el morro
y mi yo empuja
golpea que despedazo
pisa se desvive y se enclava
para no desbarrancarse.

Es mi juramento
lo que te persigue y dedica
esta cruz de viento de no recuerdo
de ausencia de tu abrazo
la culpa la escupo
encima del santo sepulcro
la garganta del fantasma
también se descarna de ti
Tú agitador del mar
soplo de invierno
capaz de dar luz
al rostro trashumante del pecado
no tengo excusa para acercarme
¿para qué te pasaría
cráneos huecos y cadenas
y espinas agudas y lluvia y tanto silencio?

Somos la arena que raspa la llaga
vinimos en medio de una peste
saltando como ranas ignotas,
pero los cuerpos resquebrajados
no puedes levantarlos tú
mi yo hoy te desconoce
en este bosque de tinieblas de signos
camina, tropieza, revive tus ojos
tibios, míos y extraños a cada instante.


Piero Ramos Rasmussen

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