domingo, 5 de febrero de 2012

Cuando te acuerdes


Mía aflorada
No te estremeces
No clamas No obedeces
No te inundas de mis furiosas corridas
No marcas tu piel Ni renuncias
Ni sangras. Conmigo y te acuerdas.
¿Por qué ahora el ludo en ti?
¿Juventud y no belleza?
¿Arcoíris, Dios y ese mozuelo?
¿Vida o muerte? Ah! Tú cambiaste!
De una noche enardecida
Al colorete, al otro día. Me olvidas
Y yo que descubrí tus montes
Placados de hielo intenso.  Mi suerte!
Romper el imán de un espejo
Que se hacía añicos por ser poeta!
Cuando abres una flor, esa flor miente
Aunque su latido derrame dulce roja.
Sueñas tumbada con un cachorro de leche y
Lapido tu nombre en ese cajón mohíno
Donde oculto las cosas muertas.

Haciéndote a la mar de poesía
Te enseñé la lógica del ateo
Y vaya que aprendías!
De rodillas conversada
Cómo amamos los ateos!
Si hasta soñaste condonar la luz
Que roería mis huesos!
Y lo que cabalgabas en mi montura!
Al sostener este brazo del cielo
Verás mi rostro, despertarás
En este lago. Desde mi banca,
Pisando la iglesia los descubrí
Fervientes de alma y limosna.
Te lo dejo de testigo, el Señor.
Regocíjate en sus misterios.
Sin más letra para firmarla,
Tu arcor Tu alimento
Tus encuentros Tus olvidos
Tu sicario.

Piero Ramos Rasmussen

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